'¿DE DÓNDE VIENE EL DINERO?', POR RUTH VILAR

Un artículo de Ruth Vilar
Compañía Cos de Lletra


TRAVESÍAS: DINERO


Contarles a los niños ciertas cosas supuso durante mucho tiempo un mal trago para los adultos. Había que hacer precisiones incómodas y afrontar las desconcertantes preguntas que seguían al sorprendente descubrimiento. Era un trago tan amargo que los adultos prefirieron inventar el tabú. Así prohibieron la mención de esos asuntos o al menos la eludieron dignamente con, pongamos, alegorías —que es aquí el eufemismo de patrañas y pamplinas—. Las abejas y las flores. La cigüeña. París. Qué descanso.

Lo bueno del tabú es que deja un infinito espacio para que la imaginación, desinformada, obre sus propios milagros. Y así, la abuelita vive ahora en una estrella y la tortuga se adentró en alta mar para reencontrarse con su familia. Lo malo es que, si no se desentraña a tiempo, pervive en la mente del adulto como un residuo, un fósil o una falacia.

¿De dónde creen los niños que viene el dinero? Del cajero automático: tú vas, aprietas los botones y sale en fajos. Variación: de la tragaperras, pero de allí sale en monedas. De una imprenta —los billetes— o de un ordenador —las criptomonedas—, y si tienes la máquina puedes hacerlo en casa. De la caja fuerte del jefe de papá. Del monedero de las clientas de mamá. De hacerte influencer.

¿Y los adultos? De invertir en bolsa. De apostar online. De pedir una hipoteca. De heredar. De defraudar a Hacienda. De encender una vela roja con luna creciente. De atracar un banco. De hacerte famoso y cobrar exclusivas. ¿De trabajar? Aquí hay poco dinero, trabajando nadie se hace rico.

¿Y los profesionales del teatro? ¿De qué dinero hablo? ¿Debería haber dinero para una vocación? ¿Acaso no nos gusta lo que hacemos? ¿Y encima esperamos recibir dinero a cambio? ¡Como si no hubiese ya bastantes subvenciones! ¡Panda de vividores y farsantes! ¡Aún pretenderemos pagar el alquiler, la comida y la luz a expensas de la gente decente y laboriosa!

En veinte años como autora, directora, divulgadora, actriz, investigadora y editora teatral, sólo en raras ocasiones he visto que se diesen en los proyectos profesionales unas condiciones laborales y económicas dignas. Es mucho más frecuente, casi endémico, que el talento y la entrega suplan las carencias estructurales. No lo celebro. Trabajamos en condiciones de miseria. El dinero destinado a la cultura se consume en regar las mismas estructuras que lo gestionan y apenas salpica a los creadores. ¿Cómo contarles a niños y mayores que el teatro profesional independiente se produce en condiciones de explotación y pobreza, mientras que sí hay dinero para las más variopintas manifestaciones culturales de las agrupaciones de aficionados? Digámosles mejor, como hasta ahora, que el hambre agudiza el ingenio. Que es en la penuria donde se ve de veras de qué pasta está hecho un artista. Y que los Reyes Magos vienen de Oriente.