ARTÍCULOS DE EVA HIBERNIA Y CAROLINA VIÑARÁS
Ruth Vilar
Ediciones Invasoras, 2017.
RADIOGRAFÍAS DE LAS ZONAS
DOLIENTES
La
dramaturgia de Ruth Vilar usa colores parcos, profundos, elementales.
Es una paleta sobre la que ha ido investigando tenazmente a lo largo
de una decena de textos, sumando los propios y las dos dramaturgias
para los espectáculos realizados con su compañía,
Cos de Lletra, que tenían en Ana María Matute y Federico García Lorca sus dos referentes matrices. En estos años de
trayectoria hemos podido asistir a la edición de varios de sus
textos, primero en catalán y de la mano, sobre todo, de la
editorial RE&MA12 –Cinc vares de terra, La tràgica mort de la barbuda, L'espedaçament– y
en estos últimos años también de sus textos en castellano gracias
a logros como el Premio Internacional de Teatro de Autor Domingo
Pérez Minik, que ganó con su inquietante La puerta blindada, o al presente volumen
con dos obras que comparten una misma manera de enfocar y resolver el
mundo dramático allí expuesto.
Los
Objetos punzantes son
un mosaico de textos brevísimos, algunos de los cuales los lectores
de “Las uñas negras”, el blog miscelánico que gestiona la
autora bajo
el seudónimo de Pepa Pertejo,
ya habían podido disfrutar. La libertad que se ha dado Vilar en
proponer un espacio teatral breve como un rayo, autónomo e
intemporal, me remite a los tiempos en que los escritores tenían
espacios de creación en los periódicos e incluso publicaban sus
escritos por entregas. Y es que los “objetos” que forman este
muestrario tienen la particularidad de entroncar con una tradición
literaria y con una línea estética que subyace en una buena parte
de la mirada al mundo y a los problemas esencialmente humanos que
muchos de nuestros pintores, filósofos, poetas y escritores han
labrado a través de sus obras. Son las tonalidades parcas, oscuras,
de las que hablábamos al principio, tan queridas por esta autora, a
las que suma trazos duros, afilados, torsionados a veces hasta lo
ridículo, lo trágico o lo farsesco, y es ahí donde sentimos, entre
objeto y
objeto, pasearse al
Goya más decepcionado o a ese pariente suyo que en esta nuestra
contemporaneidad sabiamente nos acompaña: El Roto. Cada pieza está
condensada en una imagen poderosa y esencial. Esa esencialidad
recorre todo el conjunto, depura las palabras y las acciones y
precisa que los personajes protagonistas de diálogos y monólogos
sean nombrados como categorías primordiales: Mujer, Hombre, Vieja,
Madre, Hijo, Hermano menor, Joven; aunque también se construye la
máscara y el hueso tras ella por su función o condición, en
ocasiones no exentas de un matiz humorístico: La Suplicante, La
Acusada, El Irreprochable, La Indagadora, La Insomne, Bueno,
Taxónomo, etc. El accionar al personaje desde ese trazo rápido, de
boceto, subrayando la arquetipicidad, la referencia bíblica o la
coloratura del adjetivo que lo califica, permite que con muy poco la
autora consiga escenas rotundas y desasosegantes, pues en esas
pequeñas cápsulas de tiempo dramático parecen vibrar conflictos
perennes e irresolubles, acertijos, pesadillas, tumoraciones
filosóficas. Es como si cada objeto o pieza fuera una radiografía,
ese golpe de luz alrededor de la mancha enferma que necesita
revelarse, pues era un dolor sin nombre preciso, es decir, con esos
nombres que todos compartimos porque somos hombres, mujeres, buenos,
suplicantes, hermanos, indagadores, etc.
El
texto de Las ávidas raíces
parte de algunos de los Objetos punzantes, en
concreto de los que se refieren a la relación madre e hijo y se
encuentran en la categoría Yerro de cuentas. La
autora, junto a su compañía, investigó primero en un espectáculo
de unos 20
minutos titulado
Muescas más hondas
que fue presentado en el Teatre
Akadèmia de
Barcelona. A partir de ahí y de las posibilidades que presentaban el
tema y el tono la autora elaboró un texto que fue modificando y
haciendo crecer a pie de ensayo hasta llegar a la versión que
presenta en esta edición y que fue estrenada en la Sala Sandaru. Las
huellas de la dirección escénica se entrevén en algunas de las
someras acotaciones. El texto, en su desnudez, parece ser ese
subtexto emocional, irracional, impositivo, que late detrás de un
diálogo que ya no escuchamos pero que el lector/espectador reconoce.
Nuevamente tenemos la estrategia de la radiografía, la luz de la
palabra penetra en el diálogo no audible del amor, revelando con su
crudo claroscuro, con su humor, ternura, locura y pavor esas zonas
dolientes, la extraña anatomía que nos conforma cuando el amor es
ocupación.
* * *
LAS ÁVIDAS RAÍCES Y OBJETOS PUNZANTES
Carolina Viñarás
Anagnórisis. Revista de investigación teatral, nº. 17, junio de 2018
Carolina Viñarás
Anagnórisis. Revista de investigación teatral, nº. 17, junio de 2018
Ruth Vilar, escritora y directora teatral, traza una agridulce alegoría sobre el amor materno-filial en Las ávidas raíces, posándose en el lado tóxico de este, en la relación asfixiante que el cariño desmedido teje alrededor de la descendencia.
Solo dos personajes: Madre e Hijo para este texto teatral que se divide en cinco actos correspondidos con la evolución y crecimiento del vástago, desde su incipiente existencia aún en el seno materno y su primer contacto con la vida, sus primeros años, su adolescencia plagada de preguntas sin respuestas nítidas, su autodeterminación frente al control materno hasta el consiguiente abandono del nido para su desarrollo como persona autónoma. [...]
Las raíces amarran con excesiva fuerza el tierno tallo brotado y son
incapaces de permitir su ansiado florecimiento. El solo hecho de nacer y
los cuidados recibidos se convierten en una deuda eterna imposible de
saldar. [...]
Objetos punzantes amalgama un conjunto de pequeñas y afiladas obras dramáticas: afiladas porque pueden rasgar y despertar la conciencia que late en estado onírico, afiladas porque hacen frente a los usos morales cotidianos, y afiladas porque descubren una abrumadora realidad que subsiste al abrigo de la inexorable normalidad. [...]
Este poliédrico volumen encierra anhelos y esperanzas del alma, mientras que vivifica las conductas humanas con un objetivismo abrasador.