"LA CATARSIS SIN FANFARRIA", POR RUTH VILAR Y SALVA ARTESERO

Un artículo de Ruth Vilar y Salva Artesero
Compañía Cos de Lletra


MONOGRÁFICO: TEATRO Y ADOLESCENCIA





Llega la adolescencia y necesidades humanas tan básicas como la de expresarse y relacionarse entre iguales emergen de manera imperiosa. Adoptan formas diversas, que van de la coraza infranqueable a la súplica lastimera, y un mismo joven puede oscilar entre la extrema sociabilidad y la desesperación posromántica. Sea como fuere, este impulso de encuentro y comunicación –que es carencia y búsqueda, que acelera la vida y que puede orientarla o desnortarla– existe y apremia. Lo que nuestros flamantes adolescentes aún no saben –y tantos adultos mejor pertrechados que ellos, tampoco– es que el teatro repercute directamente en su satisfacción. Que ésa es precisamente una de sus muchas funciones.

La práctica teatral con jóvenes incide positivamente en estas dos necesidades esenciales –que la tecnología, tentadora, hipnótica y falaz, no puede colmar–. El teatro comporta presencia y acción físicas; pensamiento, emoción y voz propios; escucha mutua. Cuando esta sed de expresión y relación se encuentra con el teatro, se produce la magia. Nos referiremos aquí a un tipo de experiencia concreta y definible que hemos visto repetirse a lo largo de los numerosos talleres de lectura en voz alta que hemos impartido en distintos institutos de secundaria desde 2006.

Cada una de nuestras sesiones de iniciación a la lectura expresiva –puntuales e intensivas, actividades extraordinarias en el programa de Lengua y Literatura del centro– comprende: la aplicación de unos principios teatrales elementales, el diálogo abierto y atento sobre las dificultades específicas de los participantes, la exposición clara y accesible de técnicas útiles, su ejecución y puesta en común, los comentarios en clave positiva del trabajo presentado, y unas consideraciones finales de todo el grupo sobre el tiempo y el aprendizaje compartidos. Una breve lectura dramatizada profesional culmina el encuentro.

A priori, el interés del profesorado consiste mayoritariamente en que sus alumnos amplien el abanico de las herramientas para abordar el texto literario y hagan acopio de "trucos" con los que afrontar a la bestia negra de la lectura en público. El de los participantes, en solazarse con una clase distendida –menos sujeta a la autoridad del docente oficial–. Nosotros queremos infiltrar y desplegar en el aula el caballo de Troya del teatro. Darles, en las palabras de Lorca que son nuestra divisa, "oro por liebre". Crear las condiciones para que, en espacio y tiempo tan acotados, suceda eso que en el teatro estamos persiguiendo y esperando siempre: una transformación. 

Una catarsis modesta que casi todos perciben mientras ocurre. Empieza por la simple experiencia del reconocimiento de sí mismos en la obra de arte –el material literario a interpretar–. En este primer estadio, habremos comenzado a explorar nuestro texto partiendo de la lectura objetiva y adentrándonos en la lectura subjetiva, connotativa, evocadora, arraigada en el cuerpo –poblada de emociones, sensaciones e imágenes personales–. Escogemos los textos de acuerdo con un equilibrio entre los criterios artísticos –belleza, complejidad, amplitud de registros– y los prácticos –grado de inteligibilidad, extensión abarcable en una única clase, temática que pueda resultar atractiva a los lectores destinatarios–. Nos decantamos por obras que conocemos en profundidad para mejor ampliar el horizonte de la página con los participantes. Así, les proponemos por ejemplo el cuento "El tiovivo" de Los niños tontos de Ana María Matute*:  

"El niño que no tenía perras gordas merodeaba por la feria con las manos en los bolsillos, buscando por el suelo. El niño que no tenía perras gordas no quería mirar al tiro al blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensartados en barras de oro. El niño que no tenía perras gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: 'Eso es una tontería que no lleva a ninguna parte. Sólo da vueltas y vueltas, y no lleva a ninguna parte'."

 "Los niños tontos", de Ana María Matute. Cos de Lletra, 2012. Foto: Jordi R. Renom.

Y ellos reconocen enseguida la frustración y el orgullo con que se niega el deseo que no puede ser colmado. Juntos rastrearemos los aspectos físicos de la actitud de ese niño, la fascinación de las atracciones prohibidas, la sentencia final con que se consuela. O bien, en clave de humor y juego de palabras, les presentamos una batería de microrrelatos de Pere Calders* como este "Vía muerta", procedente de Tot s'aprofita:
 
"El forense echó un vistazo a las dos rayas paralelas, oxidadas y cubiertas de malas hierbas. '¡Crispadora paradoja!', dijo. 'Esta vía ha muerto porque el tren la ha aplastado poco'."

La comprensión de la situación, del personaje, de la voltereta del ingenio, les produce un placer compartido que los iguala y desinhibe. Lo que hacemos no es sino análisis de texto o trabajo de mesa, pero bajo la forma de una lluvia de ideas o de una asamblea de la que no se espera unanimidad o corrección, sino multiplicidad e imaginación**. Tras el intercambio ágil todos están ya a punto para dibujar la feria inaccesible con la mirada y la palabra, conmovidos y conmoviendo a los demás, o para ser el forense y reírse de él interpretándolo con rigurosa seriedad.

 "La cua del Paradís", de Pere Calders. Cos de Lletra, 2013. Foto: Anna Padrós.

Y entonces se obra la segunda parte de esta catarsis sin fanfarria: la expresión dramática. Habiendo ya absorbido y amado el texto –por lo que es o por lo que en él ha encontrado de sí mismo– el lector ocupa un lugar central de la sala, visible y audible para sus compañeros, y se muestra. La voz es suya pero se sostiene en la escucha de todos. Las palabras salen de su boca como si fuesen dichas por primera vez. Nada lo urge. Nadie lo juzga. Si su imagen mental es detallada, si la emoción y los sentidos evocados en la primera fase del trabajo han calado hondo, la lectura se vuelve única y viva. Lee con todo el cuerpo. Con el alma. El lector crece a la vista del grupo. El texto tiene, expresado por él, un sentido aún mayor, multiplicado. El que ya tenía y el que con su interpretación él le ha sumado. Todos guardamos un silencio agradecido y cómplice. Luego, aplausos. Admiración. Proseguimos la sesión.

La descripción anterior se ciñe al instante preciso de la revelación, ése en el que lector, texto y grupo se funden en la experiencia teatral más humilde del mundo. No obstante, antes y después harán falta juegos de expresión** que liberen o reconduzcan las limitaciones personales de cada joven. Será fundamental generar una atmósfera de verdadera escucha y acoger desde el "sí" las sugerencias o intuiciones de los chicos. No buscamos resultados concretos para una "representación". Más bien nos proponemos transmitirles la idea de que su creatividad es valiosa y merece un lugar en el mundo, y contagiarles el entusiasmo y la confianza para que se atrevan a intentar que ese lugar sea –por qué no– éste que ahora compartimos.

* Cos de Lletra estrenó sendos espectáculos partiendo de las obras de los autores citados: "Los niños tontos" de Ana María Matute (Círcol Maldà, Barcelona, 2012) y "La cua del Paradís" de Pere Calders (Teatre de Ponent, Granollers, 2013). 

** Describimos técnicas de comprensión conjunta y física del texto, así como distintos juegos de expresión, en "De la lectura a la representació: camins d'anada i tornada" [dossier "El binomi teatre-educació", revista Articles, enero-marzo de 2013].