GRITOS

De la serie Objetos punzantes

Piezas breves de Ruth Vilar



La VECINA 1 y la VECINA 2 comparten confidencias a través de la pared medianera. Cada una escucha la voz de la otra apoyando un vaso de cristal en el muro. 

VECINA 1: Gritas por las noches. Nunca sé qué hacer: si dar golpes hasta despertarte de un sueño pesado o correr a la calle y pedir socorro, para que busquen tu puerta y la tiren abajo.

VECINA 2: ¿La puerta?

VECINA 1: Por si no es pesadilla sino un intruso que rodea tu cama y te hace gritar.

VECINA 2: Es pesadilla y es un intruso que rodea mi cama, que se mete en mi cama y pasa allí la noche. Ni golpes ni incursiones conseguirían echarlo. Pero no es culpa suya. Yo le permito entrar y consiento el daño que me hace. Sólo lamento que estemos perturbando tu sueño.

VECINA 1: ¿Quién se cuela en tu cama y te tortura así?

VECINA 2: Nadie. Un viejo amigo.

VECINA 1: Muy amigo será para que le concedas tantas libertades. Allá tú.

VECINA 2: En cambio, tú gritas de mañana, a la primera luz.

VECINA 1: Yo grito distinto.

VECINA 2: Es cierto: con un solo chillido que rasga el alba. Como si alguien te acuchillase.

VECINA 1: No como tú, con la respiración entrecortada y la voz suplicante, con un gemido prolongado que estremece.

VECINA 2: ¿Quién te acuchilla?

VECINA 1: Nadie. Un viejo enemigo, enojoso pero inofensivo.

VECINA 2: Dime su nombre y yo te digo el de mi amigo.

VECINA 1: Me da vergüenza.

VECINA 2: Dímelo. ¡Si no nos vemos, ni podemos mirarnos a los ojos! No somos, la una para la otra, más que la voz del bloque de al lado. Ni siquiera nos reconoceríamos si nos encontrásemos por la calle.

VECINA 1: Yo sí, yo te imagino. Muy distinta a mí misma.

VECINA 2: Dime cómo se llama.

VECINA 1: Me voy. Hoy tengo muchísimo que hacer.

VECINA 2: Espera, digámoslo a la vez. Se llama… 

VECINAS 1 y 2: (Al unísono.) Miedo.