Compañía
Cos de Lletra
MONOGRÁFICO:
TEATRO Y ADOLESCENCIA
Llega
la adolescencia y necesidades humanas tan básicas como la de
expresarse y relacionarse entre iguales emergen de manera imperiosa.
Adoptan formas diversas, que van de la coraza infranqueable a la
súplica lastimera, y un mismo joven puede oscilar entre la extrema
sociabilidad y la desesperación posromántica. Sea como fuere, este
impulso de encuentro y comunicación –que
es carencia y búsqueda, que acelera la vida y que puede orientarla o
desnortarla– existe y
apremia. Lo que nuestros flamantes adolescentes aún no saben –y
tantos adultos mejor pertrechados que ellos, tampoco– es que
el teatro repercute directamente en su satisfacción. Que ésa es
precisamente una de sus muchas funciones.
La
práctica teatral con jóvenes incide positivamente en estas dos
necesidades esenciales –que
la tecnología, tentadora, hipnótica y falaz, no
puede colmar–. El teatro comporta presencia y acción
físicas; pensamiento, emoción y voz propios; escucha mutua. Cuando
esta sed de expresión y relación se encuentra con el teatro, se
produce la magia. Nos referiremos aquí a un tipo de experiencia
concreta y definible que hemos visto repetirse a lo largo de los
numerosos talleres de lectura en voz alta que hemos impartido en
distintos institutos de secundaria desde 2006.
Cada
una de nuestras sesiones de iniciación a la lectura expresiva
–puntuales e intensivas,
actividades extraordinarias en el programa de Lengua y Literatura del
centro– comprende: la
aplicación de unos principios teatrales elementales, el diálogo
abierto y atento sobre las dificultades específicas de los
participantes, la exposición clara y accesible de técnicas útiles,
su ejecución y puesta en común, los comentarios en clave positiva
del trabajo presentado, y unas consideraciones finales de todo el
grupo sobre el tiempo y el aprendizaje compartidos. Una breve lectura
dramatizada profesional culmina el encuentro.
A
priori, el interés del profesorado consiste mayoritariamente en
que sus alumnos amplien el abanico de las herramientas para abordar
el texto literario y hagan acopio de "trucos" con los que
afrontar a la bestia negra de la lectura en público. El de los
participantes, en solazarse con una clase distendida –menos
sujeta a la autoridad del docente oficial–. Nosotros queremos
infiltrar y desplegar en el aula el caballo de Troya del teatro.
Darles, en las palabras de Lorca que son nuestra divisa, "oro
por liebre". Crear las condiciones para que, en espacio y tiempo
tan acotados, suceda eso que en el teatro estamos persiguiendo y
esperando siempre: una transformación.
Una
catarsis modesta que casi todos perciben mientras ocurre. Empieza por
la simple experiencia del reconocimiento de sí mismos en la obra de
arte –el material literario a interpretar–. En este primer
estadio, habremos comenzado a explorar nuestro texto partiendo de la
lectura objetiva y adentrándonos en la lectura subjetiva,
connotativa, evocadora, arraigada en el cuerpo –poblada de
emociones, sensaciones e imágenes personales–. Escogemos los
textos de acuerdo con un equilibrio entre los criterios artísticos
–belleza, complejidad, amplitud de registros– y los prácticos
–grado de inteligibilidad, extensión abarcable en una única
clase, temática que pueda resultar atractiva a los lectores
destinatarios–. Nos decantamos por obras que conocemos en
profundidad para mejor ampliar el horizonte de la página con los
participantes. Así, les proponemos por ejemplo el cuento "El
tiovivo" de Los niños
tontos de Ana María
Matute*:
"El niño que no
tenía perras gordas merodeaba por la feria con las manos en los
bolsillos, buscando por el suelo. El niño que no tenía perras
gordas no quería mirar al tiro al blanco, ni a la noria, ni, sobre
todo, al tiovivo de los caballos amarillos, encarnados y verdes,
ensartados en barras de oro. El niño que no tenía perras gordas,
cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: 'Eso es una tontería
que no lleva a ninguna parte. Sólo da vueltas y vueltas, y no lleva
a ninguna parte'."
"Los niños tontos", de Ana María Matute. Cos de Lletra, 2012. Foto: Jordi R. Renom.
Y
ellos reconocen enseguida la frustración y el orgullo con que se
niega el deseo que no puede ser colmado. Juntos rastrearemos los
aspectos físicos de la actitud de ese niño, la fascinación de las
atracciones prohibidas, la sentencia final con que se consuela. O
bien, en clave de humor y juego de palabras, les presentamos una
batería de microrrelatos de Pere Calders* como este "Vía
muerta", procedente de Tot s'aprofita:
"El forense echó un
vistazo a las dos rayas paralelas, oxidadas y cubiertas de malas
hierbas. '¡Crispadora paradoja!', dijo. 'Esta vía ha muerto porque
el tren la ha aplastado poco'."
La
comprensión de la situación, del personaje, de la voltereta del
ingenio, les produce un placer compartido que los iguala y desinhibe.
Lo que hacemos no es sino análisis de texto o trabajo de mesa, pero
bajo la forma de una lluvia de ideas o de una asamblea de la que no
se espera unanimidad o corrección, sino multiplicidad e
imaginación**. Tras el intercambio ágil todos están ya a punto
para dibujar la feria inaccesible con la mirada y la palabra,
conmovidos y conmoviendo a los demás, o para ser el forense y reírse
de él interpretándolo con rigurosa seriedad.
Y
entonces se obra la segunda parte de esta catarsis sin fanfarria: la
expresión dramática. Habiendo ya absorbido y amado el texto –por
lo que es o por lo que en él ha encontrado de sí mismo–
el lector ocupa un lugar central de la sala, visible y audible para
sus compañeros, y se muestra. La voz es suya pero se sostiene en la
escucha de todos. Las palabras salen de su boca como si fuesen dichas
por primera vez. Nada lo urge. Nadie lo juzga. Si su imagen mental es
detallada, si la emoción y los sentidos evocados en la primera fase
del trabajo han calado hondo, la lectura se vuelve única y viva. Lee
con todo el cuerpo. Con el alma. El lector crece a la vista del
grupo. El texto tiene, expresado por él, un sentido aún mayor,
multiplicado. El que ya tenía y el que con su interpretación él le
ha sumado. Todos guardamos un silencio agradecido y cómplice. Luego,
aplausos. Admiración. Proseguimos la sesión.
La
descripción anterior se ciñe al instante preciso de la revelación,
ése en el que lector, texto y grupo se funden en la experiencia
teatral más humilde del mundo. No obstante, antes y después harán
falta juegos de expresión** que liberen o reconduzcan las
limitaciones personales de cada joven. Será fundamental generar una
atmósfera de verdadera escucha y acoger desde el "sí" las
sugerencias o intuiciones de los chicos. No buscamos resultados
concretos para una "representación". Más bien nos
proponemos transmitirles la idea de que su creatividad es valiosa y
merece un lugar en el mundo, y contagiarles el entusiasmo y la
confianza para que se atrevan a intentar que ese lugar sea –por
qué no– éste que ahora compartimos.
*
Cos de Lletra estrenó sendos
espectáculos partiendo de las obras de los autores citados: "Los niños tontos" de Ana María Matute (Círcol Maldà, Barcelona,
2012) y "La cua del Paradís" de Pere Calders (Teatre de
Ponent, Granollers, 2013).
**
Describimos técnicas de comprensión conjunta y física del texto,
así como distintos juegos de expresión, en "De la lectura a la representació: camins d'anada i tornada"
[dossier
"El binomi teatre-educació", revista Articles,
enero-marzo de 2013].