"El Sunset Limited" de Cormac McCarthy



El Sunset Limited
Cormac McCarthy
Mondadori, 2012
112 páginas
Trad. Luis Murillo Fort

El debate sobre la distinción entre géneros literarios viene de lejos y traerá cola durante tanto tiempo como perdure la literatura. A pesar de que las imbricaciones –entre ensayo y novela, entre poesía y cuento, entre teatro y todo lo demás…– no constituyen novedad alguna, y aunque al lector maduro maldita la falta que le hará una brújula para orientarse entre las páginas de sus lecturas, seguimos empeñados en clasificar cuidadosamente según su género cada libro que aparece. Pues bien, El Sunset Limited de Cormac McCarthy ha sido calificada de “novela en forma dramática” –así reza el subtítulo de la edición original (2006)–; quizá la elección de tan reveladora etiqueta se deba al mayor interés que despertará un volumen narrativo entre los lectores de un autor de novelas notables, quizá responda al temor de que la publicación de un texto puramente dramático acabe obteniendo una respuesta tibia, lenta y accidentada como la que recibió su primera obra teatral, The Stonemason (1995). Sea como fuere, El Sunset Limited no sólo está escrita en forma dramática –completamente dialogada, con acotaciones que describen el espacio escénico y que advierten de qué hacen los personajes–, sino que además se atiene escrupulosamente al esquema clásico de la unidad de tiempo, de acción y de lugar. Es probable que el público se haya acostumbrado a esperar que el teatro contemporáneo sea trepidante, tecnológico y verbalmente contenido. Cormac McCarthy, en cambio, nos ofrece una obra de ideas, de discusión filosófica, de lucha dialéctica por la vida. Aunque la compañía Steppenwolf Theatre no la hubiese llevado a escena, aunque el texto descansase perpetuamente en el papel, El Sunset Limited seguiría siendo teatro. Teatro leído, teatro de sillón, pero teatro.




Toda la obra consiste en una conversación entre dos hombres, Blanco y Negro. A pesar de la amabilidad y la hospitalidad evidentes de Negro hacia Blanco, a pesar de la cerrazón y del escepticismo de éste, nada es inocente o unidireccional en el diálogo que ambos entablan: mientras cada palabra de Negro se esfuerza por conducir al otro a un lugar ideológico que cree deseable, cada respuesta de Blanco reivindica su derecho de quedarse donde está, sin imponerle a aquel su propia visión. A lo largo de su duelo verbal, Blanco y Negro abordan muchos de los grandes temas que han inquietado a la humanidad desde siempre: la responsabilidad individual y cómo conjugarla con la responsabilidad hacia los demás; la entrega personal a los otros, aun cuando no la merezcan; el sentido de la vida o su futilidad; la necesidad de establecer vínculos afectivos frente a la decisión de prescindir de todo intercambio humano evitable. Entre ellos se interpone el tren que da título a la obra: un tren real, actual, de gran velocidad y larguísimo recorrido y, a la vez, un tren metafórico, legendario, que desde 1874 cubría la ruta del este al oeste, hacia la puesta del sol.

"NEGRO: Supongo que no quiere ser feliz.
BLANCO: ¿Feliz?
NEGRO: Sí, feliz. ¿Qué tiene de malo?
BLANCO: Santo cielo.
NEGRO: ¿Qué pasa? ¿Hemos abierto la caja de los truenos? ¿Qué le ve de malo a ser feliz?
BLANCO: Que es lo contrario a la condición humana.
NEGRO: Hombre, reconozco que contrario a su condición sí que lo es.
BLANCO: Feliz. Qué cosa más ridícula.
NEGRO: O sea como que no existe.
BLANCO: Ahí está.
NEGRO: Para nadie.
BLANCO: Para nadie. [...] El destino de la humanidad es sufrir. Sufrimiento y destino se escriben mutuamente.
NEGRO: No estamos hablando de sufrimiento. Estamos hablando de felicidad.
BLANCO: No hay felicidad posible si uno no sufre. [...]
NEGRO: Aquí lo que pasa es que si no ha conocido el dolor en su vida, cómo va a saber si es feliz o no. Comparado con qué."

El Sunset Limited desarrolla conceptos de evidente profundidad sin derivar en una sucesión de discrepancias sesudas. Blanco es un profesor y expresa sus argumentos con concisión e inteligencia, con palabras escogidas e imágenes cultas. Negro es un trabajador con un pasado más que truculento, criado entre violencia y convertido a la fe, y sus razones son directas, mordaces, pragmáticas. Ambos mantienen posturas diametralmente opuestas; sin embargo, comparten un amargo sentido del humor y una determinación férrea. Réplica tras réplica, los dos personajes van leyéndose mutuamente, detectando las intenciones del otro, anticipándose a su siguiente movimiento en una partida feroz de ajedrez dialéctico. Al final, uno de ellos vence. Pero ¿quién? ¿Y acaso vencer le da la razón? ¿Qué supone aquí vencer, sino darse por vencido?